Quiero
conocerme en la oscuridad de la noche, solo mis pensamientos y prejuicios sobre
mí misma me persiguen, o mejor dicho, me acompañan.
Mis
temores, no se van, pero intento que lo hagan, por lo menos eso… los invito a
salir de mi cuerpo para que una energía renovada ingrese como aplastándolos…
aunque sea eso, aplastándolos…
Gritos
de auxilio, no suspiros de amor, pero penas profundas no quieren salir. Ya no
me asusto, ya las conozco y sé que son veletas.
Una
dulce voz intenta tranquilizarme, necesita que sea consciente de mis actos, de
cada pensamiento que perturba esta mente para invadirme el cuerpo.
Me
explica, no quiero entender. Ya estoy más tranquila pero otra parte de mí
intenta guardar esta conmoción. Como si se tratase de un mal presagio, uno que
muchas veces me avisa sobre mi agrio devenir, que solo en esos casos está
presente…
Pienso
en ti, estás ocupado, ahora entiendo lo que tanto me reclamaban. No me importa,
de todas formas he decidido pensarte… tenerte en el aire como si se tratase de
una alucinación que extirpa mi cabeza del resto de mi cuerpo, tu cuerpo…
Me
da miedo, mucho miedo, no lo puedo negar. Sin embargo… siento que esa
enfermedad desaparecerá y no será el motivo de tu éxodo… porque simplemente no
lo habrá…
Nadie
entenderá, nadie entiende lo que no experimenta, nadie nunca jamás lo sentirá porque
es una composición única…
Sentimientos,
uno tras otro… sin parar, como sin respirar, como sin palpitar, sin vida; como
me siento ahora, inerte ante la misma muerte… Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario